"El Cantón es una historia de lágrimas y dolor"

José Luis Carralero durante la lectura del manifiesto

La fachada principal del Parque de Artillería ha acogido un homenaje a las cuatrocientas víctimas de la explosión que sufrió el edificio el 6 de enero de 1874, durante el sitio de Cartagena en la Guerra Cantonal.


El acto, organizado por la Plataforma por la Biprovincialidad 2 es + y Asociación Dhapne, acogió una ofrenda floral en recuerdo de las víctimas y el canto del 'Himno a la libertad', siendo Lola Cayuela y Miguel Alcantud lo que protagonizaron el capítulo musical. Los organizadores agradecen la presencia de la ciudadanía que compartió el homenaje y lamentan la ausencia de representantes municipales en "un acto sin tintes políticos de ninguna clase, simplemente un acto cartagenerista", como lo califican.

José Luis Carralero Alarcón, por su parte, fue el encargado de dar lectura al siguiente manifiesto:
 
"Pese a que todas las miradas se centran hoy aquí, en la renombrada plaza de la Puerta de la Serreta, frente a este emblemático escenario de nuestro histórico Parque de Artillería, me van a permitir cierta dispensa.

Por unos momentos quiero viajar en el tiempo a otro lugar de nuestra geografía urbana. Allí en la Plaza San Agustín, hace más de 100 años, concretamente en 1917, el viejo guerrero llora su desgracia. Ya en su senectud, Santiago -así se llama- mira hacia atrás y recuerda a un joven marino enrolado en uno de los barcos de la flota cantonal, allá por 1873. Sus pensamientos no son historias heroicas ni de proezas. Porque de nada heroico tiene bombardear ciudades costeras. De nada heroico tiene recordar los encuentros navales con flotas enemigas, donde el miedo, la frustración y la sangre fue su punto de encuentro con aquello que algunos se empeñaban en llamar honor. Pero quizás lo más frustrante fue encontrarse, ya a intramuros de la amurallada Cartagena, con unas tropas centralistas, que sin perdón sitiaron y asolaron la ciudad de sus compatriotas que hoy día pisamos y vivimos.

Hace ya muchos años de eso -piensa nuestro amigo- pero todo es enigmático, todo parece caer en el olvido en la Cartagena de principios del XX, planeando sobre el viejo lobo de mar la extraña sensación de que la población quiere olvidar, como si seis meses de su historia más reciente nunca hubieran existido, unas páginas en blanco de algo que nunca existió. Y es que las ruinas de 1874 dio paso a una Cartagena distinta y modernista...

Santiago llora y recuerda... Y mirando desde el balcón que da en su calle a los antiguos restos del convento de San Leandro, resuena en la memoria algunas de las coplas que antaño se cantaban en honor a las tripulaciones cantonales. Aquellas que decían:

Viva la Numancia,
valiente como el Cid,
la Vitoria y la Almansa,
vengan todas aquí.

Viva Antonete
y la insurrección,
y la Méndez Núñez
con su tripulación.

Y esbozando una sonrisa en su cara curtida, todavía tintinea la más añorada:

El día que a mi me digan
que la Numancia se va,
mis ojos serán dos ríos
y mi casa un hospital.

Después, aquél entonces joven de la flota cantonal -declarada pirata por algunos- pudo escapar de la represión, depuración, cárcel o exilio de los supervivientes de la tragedia y pudo rehacer su vida. Y allí en su viejo caserón de la Plaza San Agustín, recuerda con sus nietos...

La historia del Cantón no es una historia heroica, menos aún romántica -como algunos autores quisieron hacerla ver-, es una historia de lágrimas y dolor. Pero a su vez son unas páginas donde la esperanza y el futuro por una sociedad más justa e igualitaria imperó sobre los pilares que lo hicieron crecer.

Los ideales de la República Federal -y ahora hablamos de historia, sólo de historia- rompió moldes dentro de esa España anquilosada en las guerras carlistas y en el sinsabor del aún prevaleciente, oscuro y denostado Antiguo Régimen. Su amplio espectro de miras abarcó más allá de las propias fronteras de la nación, con una proyección universalista sostenida por la defensa de la Libertad y el sufragio universal - donde Cartagena fue pionera en el voto femenino-, el mismo que debía dar paso a una auténtica regeneración de la clase política española anclada en el tradicionalismo retrógrado. Sus horizontes sociales no quedaron ahí, abogando valientemente por la separación Iglesia-Estado, la implantación del divorcio -rompiendo nuestra ciudad estereotipos-, la educación elemental obligatoria y gratuita, el jurado en los juicios públicos y la consideración de la abolición de la pena de muerte y de las quintas obligatorias.

Quisiera compartir con todos ustedes la siguiente reflexión. Pese a todo, pese a la desgracia del acontecimiento que hoy conmemoramos, hay una realidad tangible que nos une a todos los presentes. 146 años después Cartagena ha demostrado que no olvida a las víctimas de la mayor tragedia civil registrada hasta el día de hoy en España. Y es que el 6 de enero de 1874, alrededor de las doce menos veinte de la mañana, un proyectil centralista, lanzado desde la batería sitiadora número 11 -localizada en la Loma de los Gallegos- impactó en el interior del Parque de Artillería, alcanzando sus almacenes de municiones. El estruendo de la explosión fue terrible, destruyendo casi en su totalidad el edificio, provocando más de 400 víctimas, en su mayoría civiles (niños, ancianos y mujeres) que se refugiaban bajo sus bóvedas. Este hecho terminó por provocar finalmente la suspensión de las hostilidades, sentando las bases de la capitulación posterior del día 12. La inmensa mayoría de los cuerpos que yacían bajo los escombros nunca fueron exhumados, aplanándose el terreno y vertiendo carros de cal viva para evitar la propagación de enfermedades.

Es por ello como casi siglo y medio después nos encontramos reunidos aquí, en el mismo lugar de la tragedia, gentes de todas las tendencias políticas, y esto debemos interpretarlo como el mayor éxito de hoy. En una actitud abierta, reivindicativa, más allá de los ideales de cada uno, nos une el cariño por Cartagena y su Comarca, por la cultura e historia común nexo de todos los municipios de este rincón mediterráneo del Sureste de España. Por todo esto, desde aquí, más que nunca, debemos confiar en nuestras instituciones, para que actos como este no caigan en la indiferencia por parte de nuestros representantes políticos nacionales, regionales y municipales -sean del color que sean-, agradeciendo la presencia de los que hoy nos acompañan. No se trata de memoria histórica, se trata de justicia heroíca.

Y es que, no lo olvidemos, Cartagena está en la calle recordando a sus ancestros, a los ciudadanos del último Cantón, aquel cuyo grito de libertad sentó las bases de la futura democracia en España, y donde el sentimiento se quedó grabado en copla para siempre.

Esas coplas perdidas que nunca, nunca, debieron escribirse, y que Santiago, el viejo marino, una vez también cantó...

Valle de lágrimas es
la opulenta Cartagena;
ya sus castillos y almenas
en gran destrozo se ven.

Calle Mayor, Monte Sacro,
testigo tú eres,
de cuantos difuntos en campo quedan...

¡Qué sentimiento y qué pena!
¡Qué lástima y qué dolor
el día que se voló
el Parque de Cartagena!"