Amadeo de Saboya en Cartagena
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- Escrito por Leonardo Bódalo Segura. 30 de diciembre de 2020, miércoles

El 19 de septiembre de 1868, la escuadra anclada en la bahía de Cádiz se sublevó, poniendo fin al reinado de Isabel II. Desde ese momento, la tarea de los políticos es buscar un nuevo rey para España. Después de meses de complicadas negociaciones se proponen varios candidatos. El elegido finalmente, Amadeo de Saboya, Duque de Aosta, era el tercer hijo, segundo varón, del rey Víctor Manuel II de Italia y de María Adelaida de Habsburgo-Lorena. En un principio Amadeo rechazó la propuesta, pero bajo la presión de su padre y, en menor grado de su esposa, aceptó. El 10 de octubre de 1870 dio el sí, siempre y cuando obtuviera el plácet de las potencias europeas. El 3 de octubre, Prim presenta oficialmente la candidatura del príncipe Amadeo. La elección queda fijada para el 16 del mes de noviembre
Amadeo, considerado rey desde esa fecha, tenía 25 años y estaba casado desde el 30 de mayo de 1867 con María Victoria del Pozzo y de la Cisterna, riquísima aristócrata parisina.

El navío elegido para traer al nuevo rey a España, la fragata blindada ‘Numancia’, era la joya de la corona de la marina y, para la ocasión, se llevaron a cabo preparativos para alojar a bordo al nuevo rey.
En las primeras horas del viernes 30 de diciembre aparecieron todos los viajeros en cubierta, deseosos de divisar los castillos de Cartagena. El día era despejado y bastante bueno. Terminado el desayuno, se retiró el rey para vestir el uniforme de capitán general y prepararse a recibir al general Prim y a los demás ministros.
Aunque la escuadra estaba tan cercana al puerto y estando enarbolado en la Numancia el estandarte real, el cañón del puerto permanecía silencioso. Tampoco se veía el vapor donde había de llegar Prim, ni el práctico, Serafino Doggio (de origen italiano).
Al llegar a Cartagena, le comunican que el general Juan Prim y Prat, principal valedor de su candidatura, ha sufrido un atentado, al salir del congreso, unos días antes, y que está gravísimo. En ausencia de Prim, le recibe el almirante Juan Bautista Topete. Amadeo pidió detalles al almirante para emprender el viaje a Madrid y expresó su deseo de bajar a tierra. Topete le informó de que Prim, al ser llevado a su casa se encontraba consciente y que a través de un oficial le había ordenado dirigirse a Cartagena, en su lugar, para acompañar a Su Majestad a Madrid, le aconsejó que permaneciera a bordo, pero el rey insistió en conocer la ciudad contestando: “¡Señores, los saboyas no conocen la palabra peligro!”.

A las dos de la tarde, en una falúa blanca y dorada se aproximaba al puerto. Visitó el arsenal y la fragata ‘Arapiles’. A pie, y sin escolta, entre una muchedumbre silenciosa que le miraba con curiosidad y le observaba con fijeza se dirigió a visitar el Hospital de Caridad. Allí se oyeron algunos ‘vivas’ que gritaban los enfermos al verle aparecer.

Volvió a embarcar entre aclamaciones y vivas. La serenidad del rey, su gallarda prestancia, su sencillez y su valor agradaron en aquellos momentos a la población. No llevaban media hora en la Numancia cuando llego un telegrama de Madrid, anunciando que el estado de Prim era más satisfactorio. Esta noticia alegró al rey y a Topete, que durante el banquete demostraron su contento.
Poco después tuvo lugar una serenata marítima, organizada por la tertulia progresista de la ciudad. Los músicos, en unas lanchas llegaron cerca del barco, para festejar al rey. A las once de la noche Amadeo se retiró a su camarote despidiéndose de sus acompañantes y aconsejándoles que se retiraran pronto, ya que al día siguiente comenzarían el viaje hacia Madrid.

A las cinco de la mañana le comunicaron al rey, que a la una de la mañana habían recibido un telegrama cifrado de Sagasta, anunciando la muerte de general Prim, en las primeras horas de la noche. El rey mostró su sentimiento, preguntando si dejaba hijos.
El ministro de Marina no le oculto la gravedad del momento, pero Amadeo dijo:
- “Adelante, a las siete de la mañana saltaré a tierra como está convenido”
Trataron de convencerlo para que regresara a Italia pero se mostró firme en su decisión:
- “A Madrid, señores, a cumplir con nuestro deber”
A la hora prevista dejaba el barco, y cuando se acercaba al muelle vio a Topete que, agitando su sombrero, exclamaba con entusiasmo:
- “¡Viva el Rey! ¡Viva Amadeo I!”
El reinado de Amadeo fue complicadísimo. El 11 de febrero de 1873 abdicó.
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