Se cumple un año sin fiestas en los pueblos cartageneros

Fue el once de marzo de 2020 cuando se interrumpían las fiestas patronales de La Palma debido a la situación que entonces ya estaba generando el coronavirus y que tres días más tarde desembocó en el confinamiento nacional de los españoles. Desde entonces este importante capítulo de convivencia vecinal en barrios y diputaciones está casi en blanco.


San Antón y Pozo Estrecho habían celebrado sus festejos patronales en enero y a finales del mes siguiente se ponían en marcha las fiestas de La Palma. José Sánchez Conesa ofrecía el pregón de unas esperadas jornadas que llegaron a celebrar el almuerzo motero, el desfile de disfraces, una prueba equina de enganches, la vigésimo tercera edición del encuentro nacional de bolilleras, la exposición de alumnas del pintor Pedro Pérez Casanova, la semana cultural de los mayores y, entre otras, el concurso de arroces. Sin embargo, el día 11 de marzo la comisión de fiestas acordaba interrumpir la celebración de los festejos, dejando en el aire la posibilidad de que se mantuviesen los actos religiosos en honor a la patrona, Santa Florentina. No hubo posibilidad. El coronavirus ya estaba presente en todas nuestras vidas.



Esos primeros días se habían celebrado las 'Olimpiadas alumbreñas' organizadas por la comisión de fiestas de San Roque y el Ayuntamiento de Cartagena anunciaba las normas para el gran desfile de colectivos que el Viernes de Dolores iba a encontrarse con la Virgen de la Caridad.

Ahí quedó todo. El 'efectó dominó' del COVID-19 fue suspendiendo uno tras otros los festejos de nuestro municipio, donde cabe recordar que son más de un centenar los que se llevan a cabo durante el año y sólo permitió, y no en todas las poblaciones, los actos litúrgicos con los patrones con estrictas medidas de seguridad. En la ciudad, la onda expansiva también se llevó la edición 2021 de Carthagineses y Romanos, al igual que había hecho con la Semana Santa y ahora, en 2021, con el carnaval.

Un año sin fiestas, sin duda, ha contribuido al ambiente de tristeza que ha sembrado el coronavirus y que desaparezca buena parte de la interactividad presencial de los vecinos, pues estos festejos, además de transmisores de alegría, son los principales puntos de encuentro de residentes y los grandes eventos populares de barrios y diputaciones, siendo los propios vecinos los que se encargan de su organización a base de ilusión y de trabajo altruista.

Ojalá pase pronto la pandemia y que el ostracismo no dañe a sus impulsores. Se echan (mucho) de menos.